Monstruos conectados by Diana F. Devora

Monstruos conectados by Diana F. Devora

autor:Diana F. Devora [Devora, Diana F.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-04-01T00:00:00+00:00


La caída cesó. No hubo impacto. Sus pies se posaron con cuidado en medio de una oscuridad impenetrable.

De repente, un fuerte chasquido metálico precedió al fulgor, que cayó sobre ella con toda su intensidad. Cegada, Summer se cubrió la cara y apartó la vista. Se dio cuenta de que la luz venía de un foco, tan intenso que apenas veía lo que había a su alrededor.

Aún con el fantasma de aquel círculo resplandeciente grabado en sus retinas, echó un vistazo y reconoció el lugar donde se encontraba. Ya no estaba en la habitación donde había hablado con el falso Yade, ni tampoco en el pasillo infinito, sino sobre el escenario del salón de actos. Vio al presentador, vuelto hacia el público y de espaldas a ella, tan quieto como si lo hubieran petrificado. Los focos no le dejaban ver el resto de la sala. Se acercó al borde del escenario y, poco a poco, fue descubriendo que la extraña parálisis se extendía también a los asistentes, que se encontraban sentados en sus cómodas butacas, con las manos alzadas a mitad de un aplauso, congelados. Aquello bien podía tratarse de una fotografía del momento de presentación de la subasta, de no ser porque todas las cabezas estaban giradas hacia el lado opuesto del escenario en una posición incompatible con la vida humana.

La visión de todos aquellos cogotes colgando sobre sus cuerpos era inquietante, pero el sobresalto llegó cuando se volvió hacia el presentador y halló exactamente la misma imagen. No era que tuvieran el cuello roto, sino que no tenían rostro.

—Joder —murmuró, frotándose los brazos para mitigar el escalofrío que le recorría el cuerpo.

—Tienes miedo.

La voz surgió de alguna parte de la sala y se propagó como un mantra, repetido por aquellas personas sin cara.

—Sí que lo tienes… —Escuchó otra vez, más cerca, y cruzó fugaz por su lado. Su tono le resultaba familiar⁠—: ¿Verdad, pequeña?

Ahora sí la reconoció. Y se le heló la sangre. Solo había conocido a una persona que la tratara con esa falsa condescendencia. Esa persona tenía un sitio especial en sus pesadillas, y por esa razón jamás podría olvidarla: ni su aspecto, ni su voz, ni su nombre…

«Absalom», pensó. Sus labios se negaron a pronunciarlo.

—Siempre lo has tenido. —Esta vez la voz sonó muy cerca, a su espalda. Summer se giró para encontrarse con lo que tanto temía. El rostro de Absalom había aparecido en uno de los lados de la cabeza del presentador, y era exactamente como lo recordaba.

El primer instinto de la joven fue retroceder ante el terror y la angustia que su mera imagen le provocaba, pero el segundo fue atacar. Le lanzó una bola de fuego que prácticamente lo desintegró al instante, convirtiéndolo en cenizas negras. Y sintió alivio al comprender que se trataba de otro atávico y no del auténtico Absalom.

—Pero ¿qué es lo que te da más miedo?

La voz regresó desde otro punto de la sala. Summer distinguió movimiento entre las primeras filas de espectadores. Absalom se había reencarnado en el cuerpo de otro pasajero.



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